miércoles, 7 de junio de 2017

LINGÜÍSTICA: Historia de la Lingüística II

LA REVOLUCIÓN LINGÜÍSTICA

Es necesario tener en cuenta el cambio que ocurrió en el pensar teórico a inicios del siglo XIX para entender esta transformación, que inició una verdadera revolución al acercar la investigación lingüística a la problemática de las ciencias naturales; la época prerrevolucionaria tuvo una primera fase que duró hasta 1916; la segunda fase se puede situar entre los años 1916 y 1957, periodo en que la mayor parte de los problemas provenían de la época anterior y en el que la metodología, en sus líneas generales, mantenía las inquietudes pretéritas: gran parte de las raíces del estructuralismo aparecen ya en discusiones teóricas decimonónicas. A partir de 1957, se extingue la época prerrevolucionaria, que, básicamente, se había carcterizado por el gusto por la clasificación de elementos tomados de la observación directa, comenzando la etapa auténticamente revolucionaria, en la que se abandonan los intereses anteriores, los planteamientos teóricos y las metodologías en desuso, y el investigador, de acuerdo con las modernas teorías de la ciencia, se interesa por la construcción de modelos de funcionamiento y predicción.


El Romanticismo


Históricamente generó una fuerte atracción por los temas de oriente, además de los temas exóticos. Esta atracción ha sido ampliamente recompensada con descubrimientos y estudios renombrados: el desciframiento de la escritura jeroglífica egipcia, en el año 1822; los análisis de los manuscritos medievales, los estudios de formas poéticas populares (el romance) y por las primeras investigaciones sobre el sánscrito, básicas para desarrollar la teoría lingüística a la postre. Gracias al movimiento romántico también se deben los planteamientos que llegan hasta la actualidad; así como identificar la lengua como expresión más característica de la cultura y del alma de una nación, y la conexión que se forja entre la historia espiritual y la historia lingüística de los pueblos.


El positivismo


Demasiadas investigaciones lingüísticas decimonónicas dependieron de fundamentos teóricas generales de las ciencias del momento; esencialmente, de la necesidad de predecir, que toda ciencia debe tener y sobretodo de la búsqueda de leyes generales.
Los especialistas tomaron apoyo casi totalmente en las teorías y métodos usados por las ciencias naturales y, a la postre, asumieron como apoyo filosófico el positivismo. El danés Rasmus K. Rask -1787- 1832-, en su intento por formar una clasificación sistemática de las lenguas naturales, citó a Karl Von Linne (1707-1778), que fue citado también por A. Schleicher (1821-1868), quien menciona así mismo los trabajos de anatomía comparada de George Cuvier (1769-1832). Tal vez una de las más notables influencias provenga de las publicaciones del geólogo británico Ch. Lyell (1797-1875). En la historia de los problemas linguisticos se han exagerado con frecuencia esas influencias, o, lo que es peor, se han creado confusiones y graves inexactitudes históricas.
Al considerar el lenguaje como un objetode la Naturaleza, los lingüistas se encontraron enfrentados con varios problemas importantísimos:
-La lengua es un organismo que puede sufrir evoluciones y cambios
-Una lengua, como los objetos de las ciencias naturales, presenta una estructura o sistema que habrá que estudiar tanto en relación con los otros objetos similares como en función de su constitución interna
-La lengua, al ser un objeto natural, debe ser examinada con las mismas consideraciones teóricas y prácticas que un mineral, una planta o un animal, de donde arranca la observación minuciosa y directa de las lenguas.

Aquellas consideraciones en general sirvieron definitivamente para la evolución posterior de la teoría, es decir, la valoración de la lengua como un organismo o sistema; donde Saussure experimentó una nueva formulación de planteamiento, y a la vez el uso del método del empirismo en la investigación. 



El sánscrito y el método comparativo


En Europa ya se tenían noticias sobre la existencia de la lengua sánscrita, pero nadie observó su posible parentesco con lenguas como el griego o latín. A partir del siglo XIX, se comenzaría a investigar esa relación, para tratar de clasificar las lenguas con un criterio científico, sobre todo en las estructuras gramaticales.

El sánscrito, es una antigua lengua sagrada y literaria proveniente de la India, mantuvo una gloriosa tradición gramatical, ya que los himnos de los vedas debían ser recitados conservando la pronunciación exacta. Esta tradición gramatical se basó en muchas reglas, más de 4 000, de tipo fonético y de formación morfológica, además de una lista de raíces. El descubrimiento de estas gramáticas fue importante para los tra­bajos ulteriores, no sólo por ser textos fundamen­tales que servían al estudio de los manuscritos sánscritos, sino también porque los investigadores occidentales pudieron descubrir nuevas técnicas de descripción del lenguaje, que, por cierto, se encontraban muy alejadas de la tradición grecolatina y mostraban una gran atención a la estructura formal de la lengua y a su descripción exacta. Descubrir el sánscrito permitiría comparar el latín y el griego con dicha lengua milenaria, con la increíblemente tenían semejanzas. El método científico de comparar no fue ex­clusivo de la lingüística en la primera mitad del si­glo XIX, más bien estaba precedido por los trabajos sobre la literatura  o también la historia del pensamiento religioso. La cátedra de literatura com­parada, en el Collége de France, sucedió treinta años antes de la fundación de la gramática comparada.
Dicho término; término de gramática comparada, para indicar este tipo de estudios, parece provenir del investigador alemán Friederich von Schlegel -1772-1829-, quien ha­bía escrito que esta clase de trabajos «proporcionará soluciones completamente nuevas acerca de la genea­logía de las lenguas, de la misma manera que la ana­tomía comparada ha arrojado luz sobre la historia na­tural de los organismos superiores.
Desde sus inicios, los estudios basados en el mé­todo de la comparación evadieron el estudio del léxico y se centraron en las investigaciones de los sistemas morfológico y fonético, estos se consi­deraban más seguros y firmes, ya que era co­nocida toda la problemática que plantea el fenómeno de los préstamos léxicos. Dos lenguas en contacto, pero no emparentadas genéticamente, pueden inter­cambiar una parte de su vocabulario mediante una se­rie de procesos históricos -el influjo de las lenguas es­lavas en el rumano, por ejemplo, o el del árabe en las lenguas del sudeste de Europa- pero es muy difícil, aunque no imposible, que presenten un elevado nú­mero de afinidades en sus estructuras morfológicas.

Los investigadores de la primera mitad del siglo XIX fueron estableciendo las relaciones de las lenguas indoeuropeas y comenzaron los estudios es­pecializados sobre grupos de lenguas emparentadas. 


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