martes, 13 de junio de 2017

LINGÜÍSTICA: El signo Lingüístico

Anteriormente se definió que una lengua es un sistema de signos. Ferdinand de Saussure ha concebido al signo lingüístico como una mezcla, la combinación de un concepto con una imagen sonora o acústica.

Saussure dijo que lo que el signo lingüístico une no es sólo una cosa y un nombre, sino une una imagen acústica y un concepto, entonces se entiende que las imágenes acústicas no son únicamente sonidos, la imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que de él ríos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla material es solamente en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto. "El fenómeno psíquico de las imágenes acústicas que nosotros formamos, nace de manera clara mientras vemos nuestra lengua materna. Incluso si no movemos los labios ni la lengua, se puede hablar a uno mismo o recitar un poema de manera mental".

Entonces la imagen acústica es una huella psíquica de un sonido concreto. Y pasa que,cuando escuchamos un idioma desconocido, no tenemos ninguna huella psíquica, dentro de nosotros, de dichos sonidos concretos que se distinguen. Nuestros sentidos no dejaron testimonio de esas representaciones, mas bien de otras diferentes. Y, por ello, es imposible asociarlos con conceptos y poder entender.
El signo lingüístico es, una ente psíquico conformada de dos fases. Los cuales son imagen acústica y concepto, y están profundamente ligados, además de reclamarse recíprocamente. Saussure usó cierta terminología un poco mejor, simple y adecuada para nombrar esas dos facetas que constituyen los signos; él propone sustituir el concepto e imagen acústica por significado y significante.


CARACTERÍSTICAS

Esencialmente, los rasgos de cualquier signo se pueden dividir en tres:
-arbitrariedad
-inmutabilidad
-mutabilidad.
Lo esencial de cualquier signo y del signo lingüístico más específicamente, es la arbitrariedad. Fácil es ratificar dicha aseveración puesto que el signo ni un sólo concepto o significado reclama con  necesidad al significante que se asignó. Si tomamos como ejemplo; ¿Por qué se eligió la consecuencia de sonidos «p-e-r-r-o» para expresar el concepto «perro»? Se pudo escoger otra conse­cuencia de sonidos con la intención de expresar dicho concepto, ello sin que afectara el resultado: de igual manera habría originado un signo. Exactamente, que hayan diferentes lenguas reafirma la arbitrariedad de  la relación significado-significante, ya que al mismo concepto responden diferentes maneras de expresión. Concluyendo, la relación entre un significado y el sig­nificante es absolutamente arbitraria durante el surgimiento del signo. Obviamente, cuando ya se constituye esa asociación, el signo determinado forma parte de la lengua y se envuelve de cierta inmutabilidad. Pues, como toda convención inmediatamente aceptada y de uso conti­nuo, no varía con facilidad.

No hay que pensar, de acuerdo a todo lo mencionado, que cualquier sujeto puede inventar un signo y formará, en seguida, parte de la lengua. Pero, sin objeciones, este procedimiento se dio ya alguna vez o varias veces,  sin embargo no se puede explicar de esa simple manera el surgimiento y la formación de las lenguas. Es de necesidad recordar las palabras de Saussure, casi que no se pueden sustituir, por cierto: «En cualquier momento que se elija,  aunque sea muy antigua, ya la lengua  está establecida como una herencia de la época anterior. El acto por el cual, en un momento dado, fueron los nombres distribuidos entre las cosas, el hecho de llegar a un acuerdo entre los conceptos y las imágenes acústicas en cierta forma lo podemos imaginar, aunque nunca se ha probado. Esta idea de que quizá así es como ocurrieron tales hechos nace del sentimiento vivo que tenemos sobre la arbitrariedad del signo. En todo instante el hecho de solidarizarse con el pasado pone contra las cuerdas la libertad de escoger. Decimos gato y pe­rsona porque precedente a nosotros han dicho ya, gato y pe­rsona. Ello no impide que exista en el fenómeno un vínculo entre esos dos factores antinómicos: la con­vención arbitraria, en virtud de la cual es libre la elec­ción, y el tiempo, gracias al cual la elección se halla ya fijada.»












Ante las razones que describe la in­mutabilidad del signo, por ende, de la lengua, surge la pregunta de si las palabras alguna vez cambian, así como; si las lenguas se modi­fican o no. Basándose experimentalmente en el hecho de que hispanoparlantes hablan hoy un castellano diferente en mucho del que se hablaba en el siglo xvi se puede decir que no es así.

Es imposible separar la lengua del lugar donde se desarrolló; ya que existe como una 'forma' socialmente en el tiempo. Y si una 'forma' social es un factor de con­servación, el tiempo se vuelve en un factor para el cambio. El tiempo llega a cambiar todas las cosas; y no existe una razón para que la len­gua no sea afectada por esa ley.








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