Anteriormente se definió
que una lengua es un sistema de signos. Ferdinand de Saussure ha concebido al
signo lingüístico como una mezcla, la combinación de un concepto con una imagen
sonora o acústica.
Saussure dijo que lo que
el signo lingüístico une no es sólo una cosa y un nombre, sino une una imagen
acústica y un concepto, entonces se entiende que las imágenes acústicas no son
únicamente sonidos, la imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente
física, sino su huella psíquica, la representación que de él ríos da el
testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y si llegamos a
llamarla material es solamente en este sentido y por oposición al otro término
de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto. "El fenómeno
psíquico de las imágenes acústicas que nosotros formamos, nace de manera clara
mientras vemos nuestra lengua materna. Incluso si no movemos los labios ni
la lengua, se puede hablar a uno mismo o recitar un poema de manera
mental".
Entonces la imagen
acústica es una huella psíquica de un sonido concreto. Y pasa que,cuando
escuchamos un idioma desconocido, no tenemos ninguna huella psíquica, dentro de
nosotros, de dichos sonidos concretos que se distinguen. Nuestros sentidos no
dejaron testimonio de esas representaciones, mas bien de otras
diferentes. Y, por ello, es imposible asociarlos con conceptos y poder entender.
El signo lingüístico es,
una ente psíquico conformada de dos fases. Los cuales son imagen acústica y
concepto, y están profundamente ligados, además de reclamarse recíprocamente.
Saussure usó cierta terminología un poco mejor, simple y adecuada para nombrar
esas dos facetas que constituyen los signos; él propone sustituir el
concepto e imagen acústica por significado y
significante.
CARACTERÍSTICAS
Esencialmente, los rasgos
de cualquier signo se pueden dividir en tres:
-arbitrariedad
-inmutabilidad
-mutabilidad.
Lo esencial de cualquier
signo y del signo lingüístico más específicamente, es la arbitrariedad. Fácil
es ratificar dicha aseveración puesto que el signo ni un sólo concepto o
significado reclama con necesidad al significante que se asignó. Si
tomamos como ejemplo; ¿Por qué se eligió la consecuencia de sonidos «p-e-r-r-o»
para expresar el concepto «perro»? Se pudo escoger otra consecuencia de
sonidos con la intención de expresar dicho concepto, ello sin que afectara el
resultado: de igual manera habría originado un signo. Exactamente, que hayan
diferentes lenguas reafirma la arbitrariedad de la
relación significado-significante, ya que al mismo concepto responden
diferentes maneras de expresión. Concluyendo, la relación entre un significado
y el significante es absolutamente arbitraria durante el surgimiento del
signo. Obviamente, cuando ya se constituye esa asociación, el signo determinado
forma parte de la lengua y se envuelve de cierta inmutabilidad. Pues, como
toda convención inmediatamente aceptada y de uso continuo, no varía con
facilidad.
No hay que pensar, de
acuerdo a todo lo mencionado, que cualquier sujeto puede inventar un signo y
formará, en seguida, parte de la lengua. Pero, sin objeciones, este
procedimiento se dio ya alguna vez o varias veces, sin embargo no se
puede explicar de esa simple manera el surgimiento y la formación de
las lenguas. Es de necesidad recordar las palabras de Saussure, casi que
no se pueden sustituir, por cierto: «En cualquier momento que se elija,
aunque sea muy antigua, ya la lengua está establecida como una
herencia de la época anterior. El acto por el cual, en un momento dado, fueron los
nombres distribuidos entre las cosas, el hecho de llegar a un acuerdo entre los
conceptos y las imágenes acústicas en cierta forma lo podemos imaginar,
aunque nunca se ha probado. Esta idea de que quizá así es como ocurrieron tales
hechos nace del sentimiento vivo que tenemos sobre la arbitrariedad del signo.
En todo instante el hecho de solidarizarse con el pasado pone contra las
cuerdas la libertad de escoger. Decimos gato y persona porque precedente a
nosotros han dicho ya, gato y persona. Ello no impide que exista en el
fenómeno un vínculo entre esos dos factores antinómicos: la convención
arbitraria, en virtud de la cual es libre la elección, y el tiempo, gracias al
cual la elección se halla ya fijada.»
Ante las razones que
describe la inmutabilidad del signo, por ende, de la lengua, surge la pregunta
de si las palabras alguna vez cambian, así como; si las lenguas se modifican o
no. Basándose experimentalmente en el hecho de que hispanoparlantes hablan
hoy un castellano diferente en mucho del que se hablaba en el siglo xvi se
puede decir que no es así.
Es imposible separar la lengua del
lugar donde se desarrolló; ya que existe como una 'forma' socialmente en el
tiempo. Y si una 'forma' social es un factor de conservación, el
tiempo se vuelve en un factor para el cambio. El tiempo llega a cambiar todas
las cosas; y no existe una razón para que la lengua no sea afectada por esa ley.
Muy interesante!! Continúa así!
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