Fragmento de: El niño judío:
8 apresado. Tomado.
9 arañazos.
10 uñas.
11 mejillas.
12 aturdidas.
13 aunque.
14 mesura; consideración.
15 daño.
16 buen talante.
17 libró, escapó.
18 muy gentil.
19 horno.
Características del castellano en este periodo
La prosa del siglo XIII se ejercitó en la traducción de la sobras científicas del latín o del árabe. Alfonso X presenta ya una lengua formada, popular y bastante depurada, resultado de su cultura y de su celo en el trabajo de sus colaboradores.
Como es lógico, está lena de arabismos y latinismos. En su primera época, la apócope de las palabras y las formas enclíticas son su característica; posteriormente tiende a las formas modernas. El vocabulario es abundante, pintoresco y popular. La coordinación es pesada, elemental, imitación de la coordinación arábiga con la conjunción et o e (y). Persiste la aspiración de la h y ofrece dos caracteres de suma importancia; las dos eses y la j. Una s sonora, suena como en rosa (catalán) y poison (francés); la otra, ss, sorda, suena como rossa (catalán) y poisson (francés). La j no existía con su sonido actual; sonaba como ch francesa, escrita con x, o bien como la j catalana o la francesa.
Disminiye visiblemente la pérdida de e final, aunque quedan duplicidades como mont y monte, pris y prise, etc. Las formas reducidas de m y t por me y te, son cada vez más escasas, como la de s por se, y sólo se ve l en lugar de le. La grafía se solidifica. Alfonso X forja derivados sobre la base de palabras existentes: ladeza (anchura, latitud), longueza (longitud), eñadimiento (aumento, agregado), etc. Los tecnicismos se incorporaban ya al idioma. La prosa castellana estaba creada.
Don Juan Manuel (s. XIV) continuó la prosa y la obra de Alfonso X.
Es lacónico, aunque a veces en obras de carácter educativo, se torna extenso y, por consiguiete, oscuro. El lenguaje sigue en su rigidez medieval. Es popular y vivo, rico en neologismos. La sintaxis árabe predomina, monótona, pobre. Hay vacilación en el uso de determinados vocablos.
Durante el siglo XIV, la lengua liquidó vacilaciones anteriores, se estableció la e final hasta en los vergos y en los pronombres me, te, se, aunque quedan formas aisladas como fiz, diz, faz, vien, etc., en pugna con fize, dize, faze, viene. Los diminutivos en illo se generalizan y se inició el paso de f inicial a h. La conjugación tiende a las formas actuales.
La prosa y la poesía de Alfonso X El Sabio
a) Su prosa. Fragmento tomado de las Las partidas:
1 secretos.
b) Su poesía. Debe aclararse que las Cantigas a santa María, poesía original de Alfonso X, estaban escritas por él en lengua galaico-portugusa. Este prodigioso rey reservaba el castellano para la prosa, volcada en gran cantidad de obras que contribuyeron a la difusión de nuestro idioma. Pero eligió el galaico-portugués para la producción lírica, por considerarlos más suave y apropiado a la expresión poética.
Fragmento de: "De lo que conteció a una mujer que llamaban doña Truhana":
Fragmento del acto primero:
Tragicomedia de Calisto y Melibea, Juan Jofre, Valencia 1514.
o
La Celestina.
Un romance morisco: el de Abenámar
La forma de la lengua en los romances viejos
En las postrimerías del siglo XIV y principios del XV se intentó trasplantar al romance giros sintácticos latinos; se imitó el hipérbaton, se usó el llamado participio activo en vez del gerundio, el infinitivo dependiente de otro verbo, la oración de relativo, etcétera.
La prosa buscó amplitud y magnificencia, y en ocasiones apuntó el intento de prosa rimada. En el vocabulario, los latinismos abundaron, quizás en demasía y sin necesidad, si bien muchos no lograron arraigo; y algunos italianismos comenzaron a incorporarse: uxel (pájaro), dona (mujer), etcétera.
Por otra parte se respetó poco la forma del latinismo incorporado: inorar, cirimonia, abusuluto, noturno, etc. Del francés se incorporaron también algunos vocablos: reguardar (mirar), esguarde (consideración), visaje (rostro), etcétera.
Con el Arcipreste de Talavera, a mediados del siglo XV, el lenguaje cotidiano se manifestó en vivaces reflejos de la vida diaria, pero excesivamente locuaces. La inseguridad en el uso de muchas palabras persistió; tanto se uso la T como la D final: edat, edad; voluntat, voluntad, etc. La f inicial con la h, cuya pérdida se extendió.
Se alternó dubda y duda, ome y hombre, non y no, etc., y las vocales inacentuadas sufrieron alteración en su timbre (sofrir, vevir, robí, etc.). Persistieron viejas formas verbales, hasta con pérdida de la e final: andude (anduve), prise (prendí, tomé), conquiso (conquistó), fiz (fize), nol (no le), sil (si le). etc. Junto a estos arcaísmos aparecieron duplicidades nuevas (vengades y vengáis o vengás; tenedes o teneies o tenés; sodes y sois o sos, etc.) y se restablecieron viejas formas latinas.
Grabado en bronce de El Quijote, de Miguel de Cervantes.
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