lunes, 26 de febrero de 2018

13 LITERATURA EN LA EDAD MEDIA: PARTE III

LA LITERATURA TROVADORESCA 

Si convencionalmente suele declararse que en la Francia del norte fue donde alcanzó su pleno desarrollo la epopeya feudal, de la misma forma cabe afirmar que en la Francia del sur, en el Midi, nació la poesía lírica, que tuvo su apogeo con la llamada literatura trovadoresca, escrita en lengua provenzal.

Este tan claro deslinde no se da en la realidad entre ambas áreas lingüísticas (la de langue d'oc y la de langue d'oil) y sus respectivas manifestaciones literarias hubo un continuo trasvase y la poesía lírica surgió simultáneamente en las dos zonas. La qie sí se generó propiamente en el mediodía de Francia fue la poesía del amor cortés, la que tuvo en Bernat de Ventadorn y Arnaut Daniel sus más universales representantes. 

El primer poeta provenzal de obra conocida fue, sin embargo, Guillermo IX de Aquitania, conde de Poitiers, donde vivió la mayor parte de su vida, al igual que Cercamón, originario de Gascuña. Los poetas oriundos de Toulouse, pertenecen a la que se podría denominar la segunda generación, ya arraigada en Francia la poesía lírica, en la segunda mitad del siglo XII. 

La poesía cortés. La figura de la dama

Principal protagonista de esta lírica es la mujer sublimada en dama (domma, del latín domina, es decir, señora) y la relación de esta con el caballero cortés que ha de ser un leal enamorado (drutz). De ahí que la poesía cortés pueda tener tanto arraigo en la sociedad medieval como el cantar de gesta o chanson de geste. La lealtad del caballero respecto a la dama es la condición del mérito (pretz), de la fama (laus) y del gozo (joi). En torno a este esquema básico gira la modalidad más características: la cansó, la canción cortesana o la canción amorosa. Otras funciones cumplen otras modalidades: el sirventés ya citado, del que se beneficia un moralista tan agresivo como Marcabrú (con una producción fechada entre 1129 y 1150); el planh, o planto, que es lamento funerario; la postorela, y por último, los debates (con las dos variantes de la tensó y el parlimén).

Existen así mismo tres formas de "trovar"; el trobar leu –o trovar leve–, del que son exponentes Bernat de Ventadora (primera mitad del XIII), quizá el más célebre de los trovadores y el cantor por excelencia del amor cortés, y Jaufré Rudel, que canta el amor de lonh (el amor lejano, inaccesible, propio de esta lírica) el trobar clus  –o trovar oscuro, cerrado y difícil–, representado por Peire d'Auvergne y por Marcabrú y el trobar ric  –o trovar rico, caracterizado por su riqueza estrófica y abundancia de imágenes–, del que es un ejemplo Arnaut Daniel. 

No pueden dejar de citarse nombres como el de Bertrán de Born (hacia 1140-1215), que cultivó el sirventés y sólo dejó unas pocas canciones amorosas; Perire Vidal, notable por su humor e ironía en el tratamiento del tema amoroso; la condesa Beatriz de Dia, de la que se conservan un tensó y cuatro canciones; Folquet de Marseille, ya iniciador de un cambio de tono, forzado por las violentas circunstancias de la época, a la vez troador y obispo de Toulouse. 

Trovadores.

Los últimos trovadores que merecen destacarse son Perire Cardenal, que vivió aproximadamente entre 1190 y 1274 y dejó unas setenta composiciones en las que con gran vehemencia se dirige contra franceses y clérigos sin que su poesía deje de tener un acento fuertemente religioso, y Guiraut Riquier (segunda mitad del siglo XIII), que ensayó sin renovar los diferentes géneros poéticos con varia fortuna. 

Los goliardos 

Los goliardos o clérigos vagantes. El nombre "goliardo" se ha hecho derivar de gula, exceso que se achacaba a estos poetas errabundos, nombre del gigante filisteo Goliath, sinónimo entonces del mismo demonio. Errabundos no lo eran todos, pues entre los cultivadores pues entre los hombres de letras como el archipoeta de Colonia, que compuso una célebre Confesión de Golías, y Gautier de Chatillon, autor del poema épico Alexandreis al que se atribuye la Apocalipsis de Golías. 

Último testimonio de esta bohemia medieval, con versos de una sinceridad "desvergonzada" y en rebeldía contra toda clase de autoridad, sería Francois Villon en el siglo XV. En las composiciones goliardas va siendo desplazada la medida cuantitativa de la métrica clásica por el sistema silábico o acentual, que predominará en la poesía romance. 

Los goliardos. 

Materia de Bretaña

Con este nombre se conoce un conjunto de obras narrativas aparecidas en Francés a partir de la segunda mitad del siglo XII, en verso inicialmente y después en prosa. Recibió esta denominación de un trovero de Arrás, Jean Bodel, autor dramático (Jeu de saint Nicolas) y poeta, con el propósito de diferenciarlas de las adaptaciones vulgares de temas clásicos y de los cantares de gesta, incluyendo en ella tanto la Bretaña continental como la insular. 

Destinadas a la lectura de un público selecto y cortesano, estas obras tienen sus fuentes en tradiciones de los pueblos celtas (literatura y folklore) y en ellas se exalta, desfigurándola, la historia de bretones a través de la figura y de la corte del fabuloso rey Artús o Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda.

El rey Artús, la Mesa Redonda y los Doce Pares (sobrinos de Carlomagno) recibieron lo que podría denominarse el espaldarazo oficial con la obra del historiador inglés Geoffrey of Monmouth Historia Regum Britanniae (hacia 1135), con doce libros, nacida al calor de las obras de Beda el Venerable y de Nenio, donde se recogen antiguas tradiciones celtas y el testimonio  de documentos galeses hoy extraviados. 


En torno a la figura de este rey Arturo y de la leyenda del Santo Graal o Grial irán tejiendo los narradores de los siglos XII y XIII una corona de episodios fabulosos que darán la medida de su capacidad inventiva, alcanzando con Chrétien de Troyes(hacia 1135-1191) su techo creativo. Fue Chrétien de Troyes quien dio carácter propio a la materia y configuró sus principales temas y personajes en las novelas (romans), escritas entre los años 1159 y 1190. De entre ellas destacan las protagonizadas por Lancelot Li chevaliers de charrette (los caballeros de la carreta) y Perceval Li contes del Graal (Los cuentos del grial). 

De la producción precedente sobre este ciclo artúrico cabe señalar la novela sobre Tristán (entre 1150 y 1160), hoy perdida. Primeras manifestaciones conservadas del tema son los fragmentos de Béroul, un trovero anglonormando del fines del XII y de Thomas d'Anglaterre, también anglonormando, que respectivamente compusieron la versión "común", y la versión "cortés" de la leyenda de Tristán. 

Apenas algo posterior al episodio que constituye la Folie Tristan, tratamiento más original de la leyenda de Tristán e Iseo. También en torno a la misma época se sitúa su traducción al alemán, la historia de los amores de Tristán e Isolda se caracteriza por su inmediata humanidad, reflejo de una pasión más fuerte que la voluntad, la del Graal corresponde al ideal cisterciense de espiritualización de las caballerías y viene a convertirse en una gran alegoría cristiana (principalmente en La queste del Graal o La demanda del Graal). 

La novela caballeresca

De todo este conjunto de romans, surgirá la novela caballeresca y la novela en el sentido moderno del término. No se trata sin embargo, en ningún caso, de meras novelas o relatos de aventuras, con la intriga como principal centro de interés, sino que contienen (poseen una especie de alfabeto simbólico) alusiones y mensajes sólo inteligibles, es gran parte, para el oyente o lector de su tiempo.

También utilizaría la "materia de Bretaña" Marie de France, de la que sólo se sabe que una parte de su existencia transcurrió en Inglaterra y que su actividad literaria, para la corte de Enrique II, se desarrolló entre 1160 y 1190. En ella cristaliza un género: el laim El lai no es sino una narración, de muy variable extensión y de procedencia indiscutiblemente céltica, que recitaban o cantaban los juglares bretones acompañándose con una especie de arpa o cítara. 


Aunque se le considera un género menor, en manos de Marie de France el lai cobró un especial relieve por la gracia y la delicadeza con que aparecen tratados los temas, casi siempre de inspiración artúrica.

Entre otros autores figuran Jean Renart, que en Guillaume de Dole introdujo la novedad de intercalar fragmentos líricos y que parece vivió entre 1170 y 1250, y Gerbert de Montreuil, que lo imitó en el Roman de la Violette. En lengua provenzal se escribio la novela Jaufré (alrededor de 1225). 

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