LA ÉPOCA DE AUGUSTO (27 a. de C. a 14 de nuestra era)
Firmada la paz de Brindis entre Octavio, el futuro emperador y Marco Antonio, fue consolidándose el poder del primero y a comienzos del 27 le otorgaba el Senado el calificativo de Augusto, título con el que se le designaría en adelante. Al restablecimiento de la paz y advenimiento del Imperio, también la literatura entraría en una fase de esplendoroso florecimiento. A él había de contribuir desde fuera la labor protectora de Mecenas, que desempeñó un destacado papel de enlace, y de Asinio Polión. Sin ostentar cargo alguno, Cayo Cilnio Mecenas (entre 69 y 8 antes de C.) fue una especie de eminencia gris de la época y su nombre se evoca junto con los de Virgilio y Horacio al hablar de la poesía latina en su etapa culminante. Asinio Polión fue político y orador para minorías, escribió tragedias, obras de historia y creó la primera biblioteca.
Publio Virgilio Marón
Con Virgilio, Horacio, Ovidio, Tibulo y Propercio la poesía en Roma llegó a su cenit en la época de Augusto y entre ellos fue Publio Virgilio Marón el que mayor fama alcanzó.
Nació cerca de Mantua, tuvo una esmerada educación. Estudió en Cremona, en Milán y en Roma y en Nápoles parece hizo amistad con Horacio. No se conoce con certeza en qué medida le afectó el reparto de tierras que hizo Octavio el año 41 entre los veteranos, pues dicha medida abarcaba el territorio de Cremona, próximo al de Mantua. De ser así habría recibido una cuantiosa indemnización y alguna propiedad a cambio. Su vinculación a Octavio Augusto y a Mecenas fue constante, determinándole a componer la Eneida, que le ocupó diez años y que poco antes de morir en Brindis, tras un frustrado viaje a Grecia, ordenó quemar sin que tal deseo se llevara a cabo.
Su primera obra de importancia fueron las Bucólicas o Églogas (39 antes de Cristo), diez poemas en que se mezclan el diálogo y la narración inspirados en los Idilios de Teócrito. Ciertos rasgos autobiográficos dejan traslucir algunas de estas composiciones (la primera y la novena particularmente), que siguen la estructura arquitectónica y la intensa atención a la palabra característica de los poetae novi. La diferencia está en que los pastores convencionales de Virgilio no son griegos, sino italianos y en el hecho de que en las églogas se exponen velada o abiertamente opniones que van del patriotismo militante a la política literaria.
Esta misma tendencia se acentúa en las Geórgicas, y un poema construido según el modelo de Los trabajos y los dias de Hesiodo, de un didactismo a veces confuso por la heterogeneidad de los materiales que la obra recoge. Las máximas o preceptos (sobre el cultivo de los cereales, la cría del ganado, etc.) se acompañan de vivaces impresiones personales y de "episodios" entreverado para solaz del lector. Si algunas veces elogia en exceso a Octavio Augusto, ello no impide expresar "su deseo ardiente de paz rústica" y poner de manifiesto que son la naturaleza y el hombre los genuinos protagonistas de la obra.
La Eneida
Ya en germen contenían estas dos producciones poéticas la idea que le llevaría a consagrar sus esfuerzos al género épico: la de combinar la belleza griega y el espíritu nacional romano. Ostensible retorno a la épica homérica, la Eneida levanta sobre aquellos cimientos (Ilíada, Odisea) un nuevo edificio que aspira a ser el de la nueva Roma de Octavio. Poesía e historiador van a la par. Guía al poeta la visión de lo que debió ser y no fue y de ahí que su poema, por esta intuición trágica implícita en él, no pueda ser tachado de propagandístico, de mera exaltación del emperador. En cuanto síntesis, la epopeya de Virgilio es simultáneamente una novela de aventuras y una tragedia o tragedias (como el amor-pasión entre Eneas y Dido o la amistad de Niso y Eurialo). Por otra parte, Virgilio logró, como nunca había sucedido, la justa correspondencia entre imaginación poética y expresión rítmica, llevando a la perfección el hexámetro dactílico, que ya Ennio y Lucrecio habían tratado de adptar a la poesía latina.
Consagrado como poeta nacional, su fama, al lado de la Homero, perduró durante la Edad Media siendo entonces considerado como un profeta del cristianismo (creencia medieval de que la égloga IV era un anuncio del nacimiento de Cristo) y Dante Alighieri sublimó su figura a través de su inmortal obra la Divina Comedia.
Quinto Horacio Flaco:
la otra figura del clasicismo
Si el nombre de Virgilio se ha emparejado con el de Homero en la literatura universal, en la latina ha acompañado siempre a Horacio.
Quinto Horacio Flaco (entre 65 y a 8 antes de Cristo) nació en Venusa. Su padre era un funcionario (recaudador de las subastas públicas) que no escatimó esfuerzos para la educación de su hijo. Estudió en Roma y en Atenas y como tribuno militar luchó en Filipos (42 a, de C.). Fue Virgilio el que lo presentó en Mecenas (en el año 39), quien le regaló una finca en la Sabinia. Hábil y diplomático pudo dedicarse plenamente al cultivo de la poesía y de la filosofía, sin preterir una cómoda vida de soceidad
Forman el conjunto ed su obra cuatro libros de odas (composiciones líricas sobre toda clase de asuntos: patrióticos, laudatorio, epicúreos), el Carmen saeculare o Canto secular (en honor a Apolo y de Diana, obra de encargo), diecisiete épodos (piezas brevesen dísticos yámbicos por lo general, de tono fuertemente satírico), dos libros de sátiras (versos en hexámetrossobre tema de moral o de literatura), dos libros de epístolas y el Arte poética (epístola ad Pisones, extensa composición de Virgilio incluida en el segundo libro de las epístolas).
LA PRECEPTIVA CLÁSICA DE QUINTO HORACIO FLACO
Como crítico literario, Quinto Horacio censuró con acritud y a los poetas antiguos, se burló de los versificadores y en su preceptiva afirmó la necesidad del trabajo (no bastan los dones naturales gratuitamente recibidos), el papel preponderante de la razón, la perfección de la forma y el rigor consigo mismo a la hora de escribir un poema. O sea: una preceptiva clásica que queda expresada sobre todo en su Arte poética. En moral fue Epicúreo, que recomendaba gozar moderadamente, aprovechar el momento presente y saber contentarse con poco.
En sus odas trata con gran delicadeza de sus alegrías y tristezas, aconseja a los amigos y muestra un sentimiento de la naturaleza que brota de la tranquilidad que le proporciona más de la contemplación de los paisajes familiares. Lo acabado, lo perfecto, las asociaciones originales de palabras y las imágenes acuñadas con precisión en su misma brevedad son quizás las cualidades más notables del estilo de Horacio.
Los elegíacos
Por lo que se sabe, parece que el género de la elegía adquirió entre los romanos un carácter más personal y concreto que el que tuvo en Grecia. La elegia le sirve al poeta latino como vehículo para cantar sus propios amores, sus propios sentimientos, con un acento de intensidad y de apasionamiento que desconocieron sus modelos griegos.
Albio Tibulo
De Albio (entre 54 y 19 antes de C.) sabemos que era caballero y poseía una villa en Pedum, que le fueron expropiadas a raíz de las guerras civiles y que perteneció al círculo de Valerio Mesala Corvino. Murió a temprana edad y Ovidio le dedicó una de sus más sentidas elegías (Amores, III, 9). Con su nombre han llegado hasta nosotros cuatro libros de elegías que constituyen el denominado Corpus Tribullianum, donde se encuentran las obras de los poetas del círculo de Mesala, otra suerte de Mecenas de las letras. Así pues no todas las composiciones de estos cuatro libros pueden atribuirse a Tibulo. En sus versos se refiere a sus relaciones amorosas con Delia (libro I), con Glicera (de cuya pérdida o crueldad quiso consolarlo su amigo Horacio) y con Némesis. Su pasión más sincera, a juzgar por sus versos, parece ser la que experimentó por Delia. Otras piezas se inspiran la que en temas como la vida campestre, la amistar y el beneficio de la paz frente al miedo a la guerra. El libro III es atribuible a un tal Ligdamo y en el IV sólo cinco elegías le son adscritas con seguridad por los críticos. Su esrilo ha sido calificado vagamente de "fácil y armonioso", con algunos destellos de genialidad en el tratamiento de lo erótico.
Sexto Propercio
Otro elegíaco importante de la época es Sexto Propercio (entre 47 o 46 y 15 antes de Cristo) nacido en Umbría, probablemente en Asís. Instalado en Roma, disfrutó de la protección de Augusto y de Mecenas y murió también prematuramente como Tibulo. Hacia la edad de 17 años estableció relaciones con una mujer rica y casada, a la que celebra con el nombre de Cintia, y que, según Apuleyo, se habría llamado en realidad Hostia. Dejó al fallecer cuatro libros de elegías: los tres primeros (con excepción de las últimas elegías del libro III) están dedicados a los amores con Cintia y el último se inspira en ciertas leyendas romanas. De este libro sobresalen una especie de elegía nacional sobre la Roma antigua (que muy probablemente influyó en los poetas españoles Rodrigo Caro y don Luis de Góngora) y otras dos elegías en que aparece de nuevo el recuerdo de Cintia, escritas después de la muerte de ésta. Su estilo se ha juzgado menos natural que el de Tibulo, pero la parte final de su obra presenta rasgos que lo convierten en uno de los grandes exponenetes del género.
La prosa en la época de Augusto,
Los historiadores
En la época de Augusto figuraron en el censo de historiades Asinio Polión, Mesala Crovino, Marco Vipsanio Agripa, y el propio Augusto con la célebre inscripción Monumentum Ancyranum, o Testamento de Augusto, en el templo de Ancira (Galacia), donde recuerda los principales hecho de su vida.
La figura más notable de este periodo fue Tito Livio (59 antes de C.- 17 de nuestra era) nacido en Padua y muerto en su ciudad natal. Sin necesidad de adular a Octavio Augusto, que lo llamaba el Pompeyano (por los grandes elogios que dedicó en su historia a Pompeyo) recibió la protección y la admiración del emperador.
Vivió apartado de la política, plenamente dedicado a las letras. Según testimonio de Séneca también escribió algunas obras filosóficas (didácticas y en forma de diálogo) y probablemente algunos opúsculos de crítica literaria. Pero su obra principal a la que consagró los cuarenta últimos años de su vida fue Historia romana, titulada en los manuscritos Ab urbe condita libri. La cosntituyen ciento cuarenta y dos libros, que se publicaron separadamente o bien quizás en grupos, que refieren l ahistoria de Roma desde los orígenes o fundación hasta el año 9 de nuestra era. Se conservan treinta y cinco libros, aunque en los últimos existen grandes lagunas. También se poseen fragmentos aislados (como, el de la muerte de Ciceron a manos de los sicarios de Marco Antonio) y algunos resúmenes del total de la obra.
Su propósito fue el de levantar un monumento a la grandeza de Roma y el de dar ejemplo de lo que conviene imitar y de lo que debe evitarse. Sobre las fuentes que utilizó apenas se tienen noticias y su método no siempre es riguroso. En su relato se identifica con los sentimientos y las pasiones se mueven a los personajes retratados y se distingue por la brevedad y precisión tanto en la descripción de las batallas como en la de los movimientos y sentimientos multitudinarios.
Un papel muy destacado es el que desempeñan los discursos dentro de la obra de Ttito Livio: al intercalarlos en el relato siguió el ejemplo de Tucidides y de Salustio. En Tito Livio poseen un indudable valor histórico y valen, así mismo, como modelos de elocuencia. En el estilo se apunta a la escuela ciceroniana por la amplitud de los periodos: en una evolución que va desde la imitación de Ennio a una aproximación cada vez mayor al ideal clásico. Ya en vida gozó de una gran reputación y mereció los elogios de Séneca. Tacito y Quintiliano. Tras el eclipse que sufrió en la Edad Media, su obra fue rehabilitada durante el Renacimiento.
La erudición. Vitrubio y Séneca el Mayor
El sabio más célebre de le época fue probablemente Vitrubio Polión, arquitecto que a través de su obra De architectura (en diez libros) nos ha transmitido gran número de noticias sobre los monumentos de la época alejandrina. La escribió, inspirándose en teorizantes alejandrinos del siglo II antes de C. hacia el año 25 también antes de Cristo. Su interés nada tiene de literario: destaca por la precisión con que emplea los términos técnicos y por la claridad de las descripciones que hace de los monumentos arquitectónicos.
Entre los jurisconsultos descollaron M. Antistius Labeo y C. Ateius Capito; entre los gramáticos, Verrio Flaco (fragmentos de un tratado sobre la significación de las palabras) y Julius Hyginus.
Originario de Córdoba era Marco Anneo Séneca (entre 45 a. de C. y 41 d. de C., aprox.) más conocido como Séneca el Mayor o el Viejo, padre del filósofo Lucio Anneo Séneca. A los quince años se trasladó a Roma. A ruego de sus hijos, recopiló en una obra los fragmentos de mayor éxito y más curiosos que pudo recordar de las "declamaciones" que había escuchado. De los diez libros que forman la compilación acaso sean los prólogos lo más interesante. En ellos se muestra hábil retratista de los oradores a que se refiere y acre censor de los vicios de su tiempo. En la Edad Media se atribuyó la obra a su hijo Lucio Anneo Séneca y sólo en el siglo XVI se publicó aparte, ya reonocida la paternidad del también llamado Séneca el Retórico.
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