El humanismo fue uno de los tres grandes movimientos espirituales (junto con el Renacimiento y la Reforma) que precedieron a la entrada en la modernidad. Sin embargo, no todos los especialistas en la cuestión parecen estar de acuerdo sobre las diferencias entre humanismo y Renacimiento y son no pocos los que sostienen la existencia de una línea continua entre la Baja Edad Media y el Renacimiento e incluso la arbitrariedad que contiene la diferenciación entre la Edad Media y Edad Moderna.
A Petrarca y a Boccaccio tanto cabe clasificarlos dentro del humanismo como situarlos en el Renacimiento. Lo que sí es cierto, por ejemplo, es que ambos movimientos coinciden en demasiadas cosas (retorno a los clásicos grecolatinos, transformación de la caballería en anacronismo por caducidad del "idealismo" e irracionalismo que le sirven de soporte, aparición de una nueva economía, de una nueva sociedad y también de una nueva idea de estado, etc.). El diferenciarlos nos llevaría a salirnos del contexto en que se inscribe esta síntesis. Aunque los centros más importantes del movimiento humanista fueron las cortes y las cancillerías estatales, su clientela la formaron principalmente comerciantes acomodados y otros elementos que habían adquirido riquezas y prestigio con la aparición de una economía de lucro, que colocaba en primer plano las necesidades prácticas y la racionalidad.
En la concepción humanista y renacentista del arte y la literatura, dos son los elementos fundamentalmente nuevos y originales: el descubrimiento del concepto de genio vinculado a la conciencia de la individualidad (señalado por le historiador A. Hauser) y la idea de que la obra de arte es la creación de una personalidad autocrática. Es decir, atendiendo a su etimología "que gobierna por sí sola". De ahí se derivarán el deseo de originalidad y la idea de propiedad intelectual, resultado de que el arte ya ha dejado de ser exclusivamente representación de la divinidad y se ha producido el ascenso o promoción de quienes lo cultivan y la aparición de la figura del trabajador intelectual libre en sustitución del artista en cuanto artesano pequeño burgués.
Por otra parte, el humanismo en sí, inserto en el Renacimiento, no designa otra cosa que el hecho histórico del remozamiento de los estudios clásicos que arraigó en Italia o en la literatura italiana del siglo XIV y que tuvo quizá como principales protagonistas a Petrarca y a Boccaccio y al círculo en torno a ellos surgido.
LA "HUMANITAS" DE L. BRUNI
En 1428 un florentino, Loenardo Bruni, inserta en una oración fúnebre la palabra humanitas que es la voz latina equivalente a la griega "filantropia", es decir "amor a la condición humana", que Esquilo aplicó por vez primera a la benevolencia de Prometeo con relación a los hombres, e hizo de ella el ideal que fascinó a los hombres del Renacimiento, con la mirada puesta en Atenas antes que en Roma.
Con el término "humanista" se designó en la Italia de entonces al profesor de literatura clásica, o grecolatina, y con el objetivo de formar un hombre nuevo proliferaron por toda Europa los studia huanitatis, contrapuestos a los medievales.
Ilustradora de la corriente, es por ejemplo, la recomendación que en el Gargantúa y Pantagruel del francés Rebelais hace el primero a su hijo, Pantagruel, de que se dedique sobre al estudio del griego y del latín, a fin de restituir a las letras la luz y la dignidad que éstas se merecen.
De Tomás Moro a Campanella (el autor de la utopía Citta de sole), de Rebelais a Maquiavelo, pasando por Montaigne y Erasmo, entre tantos otros nombres puede decirse que el humanismo, que no es tal vez otra cosa que el genuino soporte de lo que llamamos, Renacimiento, tiene su época de mayor apogeo en el siglo XVI y que la vigencia de muchos de sus valores no ha perdido hasta hoy su inmarcesible fuerza y difusión.
PRIMERAS MANIFESTACIONES RENACENTISTAS EN ALEMANIA Y EN INGLATERRA
En Alemania se registra en torno al año 1450 una importante labor de los humanistas en el campo de las traudcciones y al mismo tiempo nace la prosa artística alemana.
En la primera actividad descuellan Heinrich Steinhowel, que cursó estudios de medicina en Viena y en Padua y tradujo el Apolonio de Tiro (Apollonius von Tyrus), en 1471 y la versión en latín de Petrarca del cuento de Boccaccio de Griselda (Griseldis), también en 1471, además de la recopilación de fábulas tituladas Esopus a partir de 1476 (con materiales precedentes de Pedro Alfonso, de Poggio Bracciolini y otros), y Niklas von Wyle (entre 1410 y 1478, aproximadamente), que contribuyó al desarrollo de una genuina prosa artística a através de sus tracciones de los humanistas italianos (Boccaccio, enea Silvio, Poggio Bracciolini, Petrarca, entre otros autores).
Una mayor trascendencia alcanzan las traudcciones que hizo Martín Lutero del nuevo Testamento (en 1522) y de la Biblia (traducción íntegra en 1534), obra de Lutero de tal trascendencia que lo convierte, sin lugar a dudas en el escritor alemán más relevante hasta las postrimerías del siglo XVIII o hasta la época de Goethe. No tanto relieve tienen sus composiciones realizadas con fines litúrgicos, labor secundaria si se la parangona con la aportación que hizo a la fijación de una prosa de reflexión (a la que con él contribuyeron los escritores místicos –Eckhart, Tauler y Seuse– ya señalados). Sin embargo, lo más leído entonces fueron los llamados Volksbucher (libros populares), ya de tema legendario, o bien humorístico, entre los que ocupa lugar aparte por su posterior repercusión y eco el que trata del doctor Johann Fausten, famoso hechicero y nigromante.
El género dramático en boga largo tiempo en Alemania fue el de los Fastnachtspiele (es decir, autor carnavalescos). Sin embargo, cabe decir en resumen que en la literatura alemana el Renacimiento sufrió un retardo que vino a hacerlo coincidir en su expresión más pertienente con el periodo del barroco, fenómeno que también en gran parte de produce en el caso de Inglaterra, donde la influencia de Chaucer no se extingue facilmente y encuentra sus más próximos herederos y en las figuras de Thomas Occleve (1370 - 1454) cesores cabe incoprporar el nombre de sir Thomas Clanvowe (muerto hacia 1410), autor del poema alegórico The cuckoo and the nightingale (El cuco y el ruiseñor), compuesto alrededor de 1403.
La herencia de Chaucer dio frutos bastante más positivos en tierras de Escocia donde brillaron los poetas Robert Henruson o Henderson, que entre otras obras produjo The testament of Cresseid (El testamento de Criseida), continuación del Troilo y Criseida de Chaucer, y William Dunbar (entre 1460 y 1520, aproximadamente), que entre otros títulos compuso en inglés medio, poemas como The goldyn targe (La alargada de oro) y The thrisill and the rois (El ardo y la rosa) y otros escritos en dialecto escocés, exentos de la artificiosidad y exquisitez de los anteriores. Fue bajo el reinado de Enrique VIII (1509 - 1547) cuando se inició el Renacimiento en Inglaterra a partir de Romas Moro (1480 - 1535), que describió un estado ideal de tipo platónico en su libro sobre la isla Utopía (1518) y de los osnetistas sin Thomas Wyatt (1503 - 1542) y el conde Surrey (Henry Howard) (entre 1517 y 1547 aproximadamente). Entre 1500 y 1600, hitos convencionales, Renacimiento y barroco, tuvieron en Inglaterra su época de esplendor, época que por su misma riqueza creativa exige tratamiento más extenso.
PLENITUD DEL RENACIMIENTO EN FRANCIA
Tras las obras de Villon, de Jean Lemaire de Belgas (Les ilustrations de Gaule et singularités de Troye) –aficionado a las genealogías heroícas al que se podía calificar de cultivador del escapismo más flagrante– y de Pierre de Gringore (Maistre Pierre Pathelin), Francia ve encarnado el espíritu renacentista en la época de Marguerite d'Angoulette (1530-1550), hermana de Francisco I, a la que guiaba una curiosidad universal y un gran respeto por todas las vocaciones que en torno de ella vinieron a cristalizar.
Adoptando como modelo a Boccaccio, escribió el Heptaméron des nouvelles, que apareció a título póstumo entre 1558 y 1559 y que se ha definido como una suma o compendio práctico de anécdotas útiles para la edificación de honestas damas. A su corte se acogieron figuras como las de Clément Marot (1496-1544), traductor de Salmos y autor de elegantes elegías y epigramas que le valieron ser considerado un precursos de la Pléiade, o un Maurice Scéve (1503-1560), el autor Déile (anagrama de "l'Idée"), deudor de Petrarca en una poesía refinada y hermética que caracteriza la denominada école lyonnaise y que se inspira Pernette du Guillet, poeta de la misma estirpe. También a esta escuela se adscribe otra figura de mujer: la de Louise Labé (1525 -1566), que compuso veinticinco sonetos de inspiración platónica, tres elegías y un Débat de folie et d'amour, publicados en un volumen en 1555 y expresión de una extraordinaria sensibilidad y de un raro dominio del verso. Hay que citar también en esta misma vertiente de poesía femenina el nombre de Hélisenne de Crenne.
En otro extremo se coloca Francois Rabelais (1494-1553), genial creador de la epopeya bufa que componen los cinco tomos que se titulan Pantagruel (1532), Gargantúa (1534), Tiers livre (1546), Quart 1548-1552) y Cinquéme livre (1564. En su obra enuncia y discute con humor todos los problemas que los humanistas franceses de comienzos del siglo XVI se plantearon con incontrovertible talento y no sólo los aborda, sino que también les inventa originales soluciones. Su constante preocupación en confeccionar una lista lo más amplica y rica posible de todos los tipos humanos: en el ejercicio de su profesión y en los sinsabores y humildes placeres de la vida cotidiana. Discípulo fiel de Erasmo de Rotterdam en el desdén hacia las prácticas supersticiosas que la providencia le ayuda a mantener, trató de perpetuar en el lenguaje los hallazgos brillantes de la época de los llamados rhétoriqueurs (Guillaume Crétin, Georges Chastellain, Lemaire desde Belges, etc.), enlazando de esta manera con los autores barrocos de finales del siglo XVI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario